Época:
Inicio: Año 1925
Fin: Año 1935

Antecedente:
La pintura surrealista

(C) Lucía García de Carpi



Comentario

No cabe buscar en la actividad surrealista otra finalidad que no sea la de liberar al hombre de todo tipo de restricciones mentales. Por ello la pintura abandona su tradicional función imitativa para ser considerada como una vía privilegiada de acceso al subconsciente. Desde tal perspectiva, la obra posee un mero carácter instrumental y su validez radica exclusivamente en su adecuación al postulado fundamental del Surrealismo, es decir, al automatismo, ya que es eliminada la exigencia de habilidad técnica, por lo que respecta al autor, así como la necesidad de adaptación a unos cánones formales, por lo que se refiere a la obra.
Ahora bien, el automatismo psíquico al que se hace referencia en el primer manifiesto, ofrece al pintor dos opciones diferenciadas, por un lado el denominado automatismo rítmico mediante el cual el artista se abandona al impulso del grafismo, y por otro el trompe-l'oeil, o fijación de las imágenes del sueño, también denominado por otros autores automatismo de funcionamiento simbólico. Mientras que en el primer caso el proceso es semejante al que realiza el escritor, ya que la mano es guiada por un impulso psíquico incontrolado a partir del cual se alumbran formas totalmente ajenas a la voluntad del pintor, el segundo comporta inevitables reservas, pues en él desaparece la simultaneidad entre el proceso de gestación de la imagen y su plasmación. En la pintura de carácter ilusionista el automatismo no se da en la ejecución, quedando limitado al procedimiento de formulación y asociación autónoma de las imágenes, mientras que el traslado de dichas imágenes al lienzo se hace generalmente por medio de una técnica pictórica minuciosa, que se dilata en el tiempo.

La base de este tipo de pintura, que fue la predominante desde finales de los años veinte, es la imagen, definida por Breton como "creación pura del espíritu por cuanto se refiere a un modelo puramente interior". En la plástica surrealista el tema, tal y como operaba en el arte anterior, desaparece, puesto que ya no se trata de narrar un acontecimiento o de describir la realidad, sino de plasmar las visiones oníricas y las del subconsciente. La imagen surrealista no se configura a través de un proceso comparativo sino que surge en todo su esplendor del enfrentamiento de dos realidades dispares. El potencial revelador de dicha imagen reside precisamente en su arbitrariedad y será tanto mayor cuanto el resultado de ese choque más contradiga nuestra experiencia de lo cotidiano. Precisamente por ello, uno de los rasgos que caracterizan a la pintura surreal es la capacidad de transmutación que evidencian los seres y las cosas.

La máxima de Breton, recogida del conde de Lautréamont, uno de los escritores reivindicados por los surrealistas, "Bello como el encuentro fortuito de una máquina de coser y un paraguas sobre una mesa de disección", encierra el fundamento de la estética surreal, que no es otro que el del extrañamiento sistemático y la descontextualización de la realidad, ya que se parte del principio que todo objeto, por banal que éste sea, fuera del marco habitual que su funcionalidad determina, adquiere un potencial revelador insospechado.

Lo que espera el Surrealismo de ese choque de imágenes es la aparición de lo maravilloso que es, a su vez, identificado con la belleza pues en palabras de Breton: "Lo maravilloso es siempre bello, todo lo maravilloso, sea lo que fuere es bello, e incluso podemos decir que sólo lo maravilloso es bello". Ahora bien la belleza de la que habla Breton no es una cualidad objetivable, atributo del objeto artístico, por cuanto se adecúa a unos parámetros formales. Bien al contrario si hay algo que caracteriza en líneas generales a la plástica surrealista es su insistencia en escenas inquietantes, perturbadoras e, incluso, desagradables, lo que permitió a Breton escribir en "Nadja": "La belleza será convulsiva o no será". La obra surrealista opera a un doble nivel, en primer lugar, por su arbitrariedad e incongruencia desmonta nuestros esquemas mentales; con posterioridad, permite que aflore una realidad insospechada, y brille así en toda su intensidad la luz de la surrealidad.

Uno de los aspectos más llamativos de la plástica surrealista es su diversidad estilística, así como la abundancia y disparidad de técnicas que ha propiciado, explicable por el hecho de que los pintores se han esforzado en multiplicar las vías de penetración en las capas más profundas del ámbito mental.